lunes, 24 de septiembre de 2007

EL ARCABUZ, SISTEMA DE CARGA

¡HOLA BIENVENIDO¡
El proceso de carga del arcabuz era tan lento o más que el de la ballesta. En primer lugar, se fijaba en el serpentín la mecha, que debía tenerse encendida de antes. Ésta se trenzaba con lino o cáñamo empapados en salitre, por lo que su combustión era lenta y mantenía el ascua viva por mucho tiempo. A pesar de ello, no estaba de más tener los dos extremos encendidos, por si uno se apagaba. Hecho esto, se colocaba el arma en posición vertical, apoyando la culata contra el suelo, y se dejaba caer por su boca la cantidad justa de pólvora. La proporción variaba, aunque alguno haría caso al dicho castellano de "pólvora poca y carga hasta la boca". Tras ella iba un trozo de papel, o de trapo, o de lo que fuese, el llamado "taco". Después, el conjunto era fuertemente "atacado" con una serie de enérgicos golpes de baqueta. La función del taco era mantener la pólvora comprimida y evitar los "vientos", es decir, los gases que se escapan inútilmente durante el disparo. Como anécdota se podría decir que, en algunos modelos de armas de avancarga, el cañón era tan corto que se hacían necesarios dos tacos para que no se saliera la carga. Por eso, a los hombres muy bajos se les llama popularmente "retacos".
Volviendo a la labor de cargar el arcabuz, tras el taco se introducía la bala, que era una pequeña esfera de plomo con un diamétro teórico ligeramente inferior al del ánima del cañón. Era práctica normal que los arcabuceros, al iniciar un combate, se guardaban dentro de la boca varias de estas balas, para luego escupirlas de una en una dentro del cañón de su arma. Unos firmes golpes de baqueta dejaban compacto el conjunto de pólvora, taco y bala, dando por terminada esta parte de la tarea. Tras realizar esto, el arcabucero cogía su arma en la posición normal y realizaba la operación de "cebado". Consistía en llenar con pólvora fina y mucho cuidado el oído y la cazoleta. Tras concluir todo este proceso, el arcabuz estaba listo para disparar, por lo que, si no iba a usarse de seguida, era conveniente tapar la cazoleta con la cobija, pues no en balde "las armas las carga el diablo".
Antes de usar el arma, el arcabucero buscaba su objetivo entre el enemigo. Ciertamente, había casos en que esta medida no era necesaria y se disparaba "al bulto". Cuando se tenía enfrente a un apretado cuadro suizo no era necesario afinar mucho, pues ya daría la bala, ella sola, con alguna al que dejar en el suelo. Pero si la lucha era más abierta, no estaba de más escoger la víctima, como, por ejemplo, un bravo y caballeresco gendarme de cimera emplumada.
Se soplaba la mecha para avivarla, se retiraba la teja que tapaba la cazoleta y el arcabucero se llevaba el arma a la cara para apuntar.
Cuando se apretaba, el largo gatillo hacía de palanca y forzaba la resistencia del muelle del serpentín, obligándolo a bajar sobre la cazoleta. Al contacto con la mecha, la pólvora fina que allí había se encendía con un vivo fogonazo y, a través del oído, llegaba hasta el interior del cañón. La carga de pólvora gruesa que allí estaba se prendía, y la ignición generaba una fortísima presión de gases, que no hallaba más salida que la que le bloqueaba el taco y la bala. Esta presión empujaba la bala con su tremenda fuerza a través del ánima del cañón, hacia la boca del arcabuz y mucho más allá. Y entre los suizos, una pica caía para no levantarse más.
Mecanismo de carga de un arcabuz de mecha.

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